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PORTAFOLIOS/ De consultora a banca de desarrollo

Por Julio César Briseño Cruz, CEO de Cénit, banca de desarrollo y consultoría financiera

¿Una consultoría de negocios puede transformarse en una banca de desarrollo?

Si. Esto implica una reconfiguración institucional, legal, operativa y ética profunda. Es una transición de servicio a misión pública.

Las acciones clave que deben efectuarse para que esta metamorfosis sea digna, estratégica y ceremonial son:

Redefinir el propósito institucional. Esto es, pasar del lucro al impacto. La banca de desarrollo no busca rentabilidad comercial, sino fomentar sectores estratégicos como PYMES, vivienda, infraestructura, exportaciones.

La misión pública también difiere. Se debe redactar un nuevo manifiesto institucional que declare el compromiso con el desarrollo económico, la inclusión financiera y la justicia social.

La segunda acción es su reconfiguración legal y normativa. Se debe constituir como sociedad nacional de crédito, lo que requiere autorización de la Secretaría de Hacienda y la CNBV. Asimismo, establecer un marco regulatorio específico, lo que implica alinearse con las leyes orgánicas de la banca de desarrollo, que incluyen transparencia, control fiduciario y auditoría pública.

La tercera acción es el diseño de productos financieros con propósito, es decir, crear créditos de fomento:  instrumentos financieros para sectores desatendidos, con condiciones accesibles. También fideicomisos estratégicos: Administrar fondos públicos o mixtos para proyectos de alto impacto.

La cuarta acción es el fortalecimiento institucional y técnico. Es decir, capacidad operativa especializada que incorporar talento con experiencia en banca pública, evaluación de proyectos y gestión fiduciaria.

También contempla la infraestructura tecnológica: Sistemas robustos para seguimiento, transparencia y trazabilidad de fondos.

La quinta acción se refiere a alianzas con el Estado y actores sociales

Vínculo con dependencias gubernamentales: Para canalizar recursos, coordinar políticas y garantizar alineación con planes nacionales. De manera simultánea, el diálogo con comunidades y sectores productivos para escuchar necesidades reales y diseñar soluciones contextualizadas.

No debe olvidarse la supervisión y vigilancia regulatoria. CNBV y SHCP deben acompañar cada etapa de la transición, asegurar cumplimiento normativo y protección de los usuarios. También establecer mecanismos de rendición de cuentas como informes públicos, auditorías externas y participación ciudadana.

Ahora, si asumimos la banca de desarrollo como metáfora de propósito empresarial, se requiere un diagnóstico profundo del ecosistema y mapear las necesidades reales de sus comunidades, clientes y colaboradores. Implica escuchar, observar, y reconocer las brechas de dignidad, acceso, memoria y justicia.

Asimismo, la empresa debe diseñar servicios, experiencias o productos que generen valor simbólico, ético y comunitario. Cada oferta debe responder a una necesidad estructural, no solo a una oportunidad de mercado.

Crear instrumentos de acompañamiento como fideicomisos éticos es esencial.  La empresa puede crear fondos, alianzas o programas que acompañen procesos de transformación para educación, salud, cultura, memoria. También mentorías, redes, rituales: No basta con ofrecer, hay que acompañar con dignidad.