Por Jorge Manrique, Rector del Colegio Jurista y director general de Gobierno de Calidad, consultoría de políticas públicas.
En medio de datos económicos mixtos, proliferan los signos de desaceleración del crecimiento.
La alta inflación erosiona los presupuestos de los hogares y disminuye la confianza del consumidor mientras aparece la disminución de las ventas minoristas en términos reales.
A la par, la producción se está aplanando bajo las persistentes presiones de la cadena de suministro, los altos costos de los insumos y la disminución de la demanda. En tanto, la incertidumbre de los inversores sobre el aumento de las tasas de interés agita los mercados financieros.
En la economía estadounidense, el PIB se contrajo un –0,6% anualizado en el segundo trimestre del año, tras un retroceso del –1,6% en el primer trimestre. El crecimiento del PIB en China fue del 2,5% en la primera mitad de 2022, pero se desaceleró al 0,4% en el segundo trimestre, con una producción limitada por las restricciones de la pandemia, una demanda externa más débil y el sector inmobiliario con problemas financieros.
En la eurozona, el crecimiento del PIB superó las expectativas en el 0,6% en el segundo trimestre y el 1,1% en el primer semestre. El cálculo de crecimiento para los próximos trimestres es inusualmente tenso. La Unión Europea (UE) en su conjunto se enfrenta a una incertidumbre energética crítica a corto plazo, provocada por la invasión rusa de Ucrania.
Los líderes europeos debaten una serie de soluciones. Los remedios inmediatos que se están considerando son el racionamiento del combustible, el desacoplamiento de la electricidad de los precios del gas y otras reformas del mercado energético, incluidos los límites de precios. Los economistas advierten de al menos un invierno difícil por delante; las estimaciones globales de crecimiento para la UE se están recortando a la luz de un posible déficit energético.
Los indicadores globales están reflejando la desaceleración general, con un notable desfase temporal, a medida que las interrupciones se agolpan una sobre la otra. El indicador de confianza del consumidor global de la OCDE empeoró en julio, marcando una caída de 14 meses a su nivel más bajo de la historia. Excepto en los Estados Unidos, donde las ventas minoristas mejoraron claramente, el gasto del consumidor en las economías encuestadas se mantiene estable o disminuye en términos reales (incluso cuando fue nominalmente mayor debido a la inflación)
Un ritmo de crecimiento más lento también se refleja en los indicadores de crecimiento económico de la OCDE, tanto en la métrica mundial como en los de las economías individuales.
A nivel global las perspectivas son sombrías:
En Estados Unidos. La lucha política contra la inflación está en curso. El 27 de julio, la Reserva Federal de Estados Unidos generó un segundo aumento consecutivo de 0.75% en la tasa objetivo de fondos federales, llevándola a un rango de 2.25 a 2.50%, su nivel más alto desde diciembre de 2018. El objetivo de inflación de la Fed se mantiene en 2.0%, con cierto margen de maniobra al alza para favorecer el pleno empleo. Desde una perspectiva histórica, aumenta el peligro de que nuevas alzas de tasas puedan desencadenar una recesión.
En la Eurozona, la incertidumbre en el suministro de energía se convierte en una preocupación importante, a medida que se afianzan las restricciones contra los productos energéticos rusos. Los compradores de la UE aumentaron las compras de petróleo crudo ruso transportado por mar en julio y agosto, antes de una prohibición que comenzará a principios de diciembre.
En China, la crisis de la propiedad residencial continúa, con algunos compradores de casas sin terminar que se niegan a pagar las hipotecas.
Grandes retos a vencer en los próximos meses. La desaceleración es inminente.
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