Por Jorge Manrique, Rector del Colegio Jurista y director general de Gobierno de Calidad, consultoría de políticas públicas.
Durante décadas, el modelo financiero de los colegios y universidades se basó en la matrícula y de una mezcla de diferentes fuentes como atletismo, becas de investigación, dotaciones y asignaciones gubernamentales. Hoy se requiere un nuevo modelo de negocio que proteja la misión educativa central y la viabilidad financiera de la institución, pero que al mismo tiempo se requiere limitar las cargas económicas de los estudiantes.
Tres mecanismos pueden ayudar a lograrlo; planificación, participación de las partes interesadas y gobernanza de la junta.
La planificación implica dedicar tiempo para desarrollar un pensamiento estratégico a largo plazo. Una forma de hacerlo es crear equipos para desarrollar escenarios, recomendar acciones e identificar puntos de activación para escalar a la junta directiva y el liderazgo administrativo de la universidad.
En cuanto a la participación de las partes interesadas, las universidades deben involucrarse con profesores, personal, estudiantes y padres para tomar decisiones estratégicas críticas. Los líderes deben ser transparentes sobre los procesos de toma de decisiones, establecer plazos claros y cumplirlos. Al incorporar el compromiso se puede respetar la cultura de gobernanza compartida de la educación superior, al tiempo que se permite que las universidades actúen rápidamente.
El gobierno de la Junta, el tercer factor crítico, implica no caer en la microgestión. Los miembros de la junta deben evaluar su modelo operativo que implica el tamaño, la estructura y los derechos de decisión de la junta para garantizar que proporcionen la gobernanza necesaria sin interferir con los administradores.
Al reconfigurar creencias y gestiones tradicionales por un enfoque más abierto e incluyente, se logran establecer rumbos no imaginados para cumplir los objetivos académicos y de negocio sin presionar el costo de matrículas y sin depender excesivamente de los ingresos alternos.
Por supuesto, esto puede generar atractivos modelos de negocio en el que es factible un programa permanente de becas sin que sean los alumnos de mayores ingresos quienes subsidien a los de menores recursos y sin afectar el nivel académico.
Cuando se establece el foco en el alumnado, una de las principales partes interesadas, es posible manejar diferentes opciones que permitan el cumplimento de objetivos universitarios.
Ahora, un factor importante es garantizar que los estudiantes obtengan un retorno económico de su inversión en educación superior. Sin esa seguridad, los futuros profesionistas no estarán dispuestos a inscribirse en primer lugar, o terminar el plan de estudios. Las universidades están bajo presión para garantizar que los estudiantes no solo se gradúen con un título, sino con un camino hacia un empleo sostenible que asegure un nivel de vida razonable.
Los desafíos crecen, pero también el compromiso por reinventar a las universidades.
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