PULSO
Eduardo Meraz
La diputada(o) María Clemente, en un acto de sinceridad absoluta reconoció no su papel como legisladora y representante del pueblo bueno y sabio, sino como solovina del presidente totalmente Palacio Nacional.
Como se ha vuelto costumbre en la presente legislatura, Clemente ha hecho de la tribuna de la Cámara Baja su sitio predilecto desde el cual emite sus gruñidos, para suplir su ausencia de ideas y argumentos.
Pero no ha sido únicamente San Lázaro el único escenario de sus exabruptos. Varias calles de la Ciudad de México dan testimonio del tono rabioso utilizado por la diputada para tratar de intimidar a quienes difieren de su estilo de vida y de su hablar.
Como buena solovina y atraída(o) por la luz de los reflectores de una curul y formar parte del poder legislativo, María Clemente ha convertido el gañido en escudo, en busca de protección, aunque muchos de sus correligionarios toman sana distancia.
En cada uno de los shows en los cuales ha formado parte del elenco, la diputada(o) deja ver parte de los conflictos internos originados por su realidad biológica y su pensamiento de género, que derivan en inestabilidad emocional.
El propio calificativo autoinferido en la sesión del último miércoles del mes en vigor, degrada la labor de los legisladores, al subordinar su labor a los caprichos del Poder Ejecutivo, con tal de recibir una caricia. Así los y las solovinos legisladores del cuatroteísmo, actuando como horda.
Lo grotesco de su actuación no le quita lo degradante al comportamiento pedestre de María Clemente. Sin embargo, lo realmente grave es que esta tendencia canófila empieza a ganar adeptos en las filas del oficialismo.
La actitud rabiosa de los recientes días debe ser motivo de desazón para los ciudadanos, pues su generalización puede trastocar la civilidad política indispensable para tener un proceso electoral confiable y sin sobresaltos que pongan en riesgo la democracia.
La reciente gira de la Gobernadora del estado de México, Delfina Gómez por Ecatepec, donde se presentaron hechos de violencia entre los propios morenistas, confirma que cuando la perra es brava, hasta a los de casa muerde.
No es tiempo de tarascadas, por más que solovinos y solovinas pretendan seguir sus instintos de marcar territorio.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
La migración vuelve a encender los focos rojos y pone a prueba la capacidad del gobierno mexicano.
@Edumermo
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