La crisis hídrica es uno de los desafíos más urgentes a nivel global. El cambio climático, junto con una creciente demanda de recursos hídricos, ha puesto en el centro de atención la necesidad de soluciones que preserven el agua y respalden a quienes la utilizan. En este escenario, los agricultores destacan como actores clave, no solo porque son responsables de la producción de alimentos, sino porque tienen el potencial de liderar un cambio significativo en la gestión de un recurso cada vez más escaso.
Según datos globales, el 70% del agua disponible se destina a la agricultura. En México, este porcentaje supera el 80% en algunas regiones del norte, donde la limitada implementación de tecnologías de riego eficiente contribuye a un desperdicio de hasta el 40%.
En respuesta, Kilimo, una climatech latinoamericana, trabaja directamente con agricultores, comunidades locales y empresas para transformar las prácticas de gestión hídrica en los territorios, adaptándose a las particularidades de cada región y utilizando tecnología como un aliado para enfrentar estos desafíos.
¿Qué significa trabajar en los territorios?
“Para nosotros, la territorialidad no es solo un concepto; es un compromiso activo con cada cuenca y comunidad agrícola. Significa entender las realidades de los agricultores, sus desafíos y su relación con el agua para transformar paradigmas”, explica Jairo Trad, CEO y cofundador de Kilimo.
Los agricultores son los primeros en experimentar las consecuencias de la crisis hídrica. Sin un manejo adecuado del agua, sus cultivos y comunidades enfrentan enormes riesgos. Reconocerlos como aliados fundamentales en la búsqueda de soluciones es clave para avanzar hacia una seguridad hídrica sostenible. Este enfoque también incluye la participación de empresas comprometidas, creando un modelo de colaboración que amplifica el impacto positivo en las cuencas.
Innovación para la gestión eficiente del agua
La estrategia en los territorios se basa en tres pilares principales que combinan conocimiento local y herramientas tecnológicas. La conversión de riego impulsa la adopción de sistemas más eficientes, reduciendo significativamente el desperdicio de agua. A través de herramientas basadas en datos, el modelo de Irrigation Management permite monitorear en tiempo real las necesidades hídricas de los cultivos y ofrece recomendaciones prácticas y personalizadas. Por su parte, la agricultura regenerativa fomenta prácticas que restauran la salud del suelo, incrementan su capacidad de retención de agua y fortalecen la resiliencia climática.
Estas acciones integran tecnología con un enfoque territorial para garantizar que las soluciones no solo optimicen el uso del agua, sino que también se adapten a las particularidades de cada cuenca. Esto asegura resultados medibles que beneficien tanto a las comunidades agrícolas como al medio ambiente.
Actuar en los territorios brinda oportunidades
Este enfoque permite entender en profundidad las particularidades de cada región y trabajar directamente con los agricultores para implementar tecnologías y soluciones que realmente respondan a sus necesidades.
Además de los resultados técnicos, estas acciones generan un impacto social significativo, fortaleciendo el sentido de pertenencia de las comunidades y posicionando a los agricultores como protagonistas en la búsqueda de la seguridad hídrica.
Para alcanzar la seguridad hídrica, hay que trabajar en equipo
La seguridad hídrica es un desafío que requiere un enfoque colaborativo. Invertir en la agricultura local, territorio por territorio, no solo es beneficioso para el medio ambiente, sino que también fortalece las comunidades y garantiza el acceso a recursos hídricos para las generaciones futuras.
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