Por Allan Cruz Hernández, especialista en infraestructura y políticas públicas
El desarrollo y potencialidad de un país está relacionado de manera directa con el monto de inversión y calidad de la obra pública. En la inversión presupuestal en obras públicas en el 2024 será de 888,803 millones de pesos y el 20% lo ejercerá la Iniciativa Privada.
Este año las empresas privadas generaron 147 proyectos en todo el país, sobre todo carreteras y vialidades diversas.
Según la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, la inversión pública en infraestructura en México se redujo en este sexenio. Para el quinto año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, se proyecta que la inversión en infraestructura, como porcentaje del PIB, promedie al menos un punto porcentual menos que lo reportado en los primeros cinco años del gobierno anterior.
Aún así, se impulsan diversos proyectos y se promueve la competencia, aunque se requiere atraen jugadores internacionales con ideas innovadoras y dar cabida para nuevas firmas nacionales e internacionales.
Actualmente, México necesita invertir al menos el 5% del PIB en infraestructura, lo que representa un esfuerzo de más de 70 mil millones de pesos de inversión por año. Es necesaria para fomentar el desarrollo de manera incluyente y acercar las oportunidades a las regiones más rezagadas.
En este momento, las áreas que requieren mayor inversión son telecomunicaciones, agua y saneamiento, clínicas, hospitales, turismo y energía.
La inversión en infraestructura, en general, es un factor central para el crecimiento y el desarrollo socioeconómico de cualquier país, ya que potencia la eficiencia de la inversión privada en la economía, facilita el funcionamiento eficaz de los mercados y apoya el crecimiento equilibrado de sus distintas regiones. También es un detonante del empleo.
El gobierno de México impulsó varios proyectos de infraestructura en este sexenio como el Aeropuerto Internacional General Felipe Ángeles, Refinería Dos Bocas, Tren Maya, Tren Interurbano México-Toluca y Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec.
Sabemos que mayor y mejor infraestructura genera más oportunidades de atraer inversiones productivas, generar empleo y mejorar los ingresos de las familias. Se relaciona con mayor prosperidad en las familias y, al mismo tiempo, permite sociedades más incluyentes. Esta perspectiva es la que prevalece en los planes de crecimiento gubernamental.
En este sexenio las grandes obras de infraestructura son consideradas un detonante para mejorar la calidad de vida de los habitantes al proveerlos de servicios como agua potable, electricidad, transporte y otros.
Estamos ahora a 1.2 puntos porcentuales del Producto Interno Bruto establecido en el 2019 para catapultar el desarrollo y bienestar generalizado en el país. La ruta de crecimiento ya está trazada.
TWITTER: Allan Cruz
@Allan_ECH
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