Por Tere Salvatierra, empresaria y filántropa. Presidenta de Fundación Salvatierra.
¿Cuál es el desafío más grande que enfrenta la humanidad para el año 2059? Alimentar a una población de alrededor de diez mil millones de humanos de manera sostenible.
Este desafío se exacerba por el alto contenido de proteínas que ingerimos. Testificamos un aumento intensivo del consumo de carne.
Esta tendencia cambia el enfoque de la agricultura hacia la producción de ganado, pastos y alimentos para animales. A su vez, altera el equilibrio de la agricultura mundial y aumenta el perfil de emisiones de carbono en el sector alimentario.
Requerimos optimizar en un panorama complejo que cubra producción, transporte y consumo, pero también modificar radicalmente las expectativas sobre justicia ambiental y social e, incluso, asumir al optimizar el ecosistema se reducirá la inseguridad alimentaria.
Ahora, ¿cómo generar alimentos de manera sostenible sin aumentar significativamente los precios?, ¿cómo incluir sustituciones de alimentos a nivel del consumidor para evitar pérdidas y desperdicios de alimentos en la cadena de suministro? y ¿cómo tener métodos más novedosos y limpios en agricultura y producción de alimentos?
En esas preguntas se encuentran claves fundamentales para optar por la sustentabilidad alimentaria.
Por ejemplo, al pasar de una dieta basada en carne a una vegetariana, se podría reducir el CO2 de las emisiones de la agricultura en 24%, disminuir el uso de la tierra agrícola en 27% y mermar el empleo agua dulce retiros en 15%.
A la par, la dieta vegana duplica con creces esas mejoras: las emisiones CO2 disminuyen en 70%, el uso de la tierra se redujo en 86% y las extracciones de agua dulce bajaron en 70%.
Por otra parte, las iniciativas para evitar pérdidas y desperdicios de alimentos también se traducen en menores emisiones de carbono y menor impacto ambiental, como 6% de CO2 agrícola.
Ahora, si la pérdida de alimentos se redujera a solo el 10% desde el nivel actual de aproximadamente el 33%, eso reduciría el uso de la tierra en 23%, mientras podría disminuir el uso de agua hasta en 30%.
Los métodos más limpios y ecológicos de producción de alimentos también podrían tener impactos significativos en el medio ambiente. Por ejemplo, se estima que la agricultura vertical podría reducir el CO2 dos tercios para algunos productos verdes, así como el uso de la tierra hasta en 95% y el uso de agua dulce disminuiría en más del 90% para algunos productos como tomates.
En este reto de sustentabilidad alimentaria, cada una de las partes interesadas tiene un importante rol que ejercer. Es necesario asumir cómo cada uno de nosotros, desde productores, inversores, empleados y consumidores podemos involucrarnos para reducir el impacto ambiental.
Las acciones medioambientales no sólo ayudan a bajar los riesgos relacionados con el clima o evitan interrupciones de la cadena de suministro; también preparan al mundo para asumir nuevos modelos de producción y otros mercados viables que logren la seguridad alimentaria y una mejor nutrición.
En suma, el futuro de la alimentación está en la sustentabilidad.
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