Por Carlos Meraz, médico especializado en Diabetes
El distanciamiento social nos brindó la oportunidad de reflexionar sobre la propia salud y tomar un papel más activo en el autocuidado y bienestar. También se lograron explorar nuevos sistemas de diagnóstico y seguimiento sanitario.
De ahí el incremento de tele consultas en varias espacialidades médicas como psicología, psiquiatría y especialidades relacionadas con enfermedades crónicas que requieren evaluaciones continuas.
La conveniencia resulta un factor crucial en el autocuidado y no resulta sorprendente que la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT), destacó que el primer sitio de atención médica lo ocupan consultorios privados, en especial los adyacentes a farmacias, que actualmente dan más consultas que el Instituto Mexicano del Seguro Social.
Sin embargo, no resultan opciones viables para pacientes que desean analizar tratamientos y medicamentos de última generación o donde se requiere un seguimiento puntual de determinadas enfermedades.
Actualmente, el uso de servicios públicos para resolver necesidades de salud se mantuvo en aproximadamente 40 por ciento. Cerca de la mitad de los derechohabientes acude a las instituciones cuando lo requieren (de 44 a 55 por ciento), y 29 por ciento de personas no tiene acceso a instituciones públicas.
Ahora, de 39 a 49 por ciento de personas que son derechohabientes van a servicios privados, al igual que el 66 por ciento que carece de esta prestación social.
Vale destacar que sólo 25 por ciento de las personas con una necesidad aguda la resuelven en servicios públicos, mientras el 57 por ciento lo hace cuando el problema está relacionado con una enfermedad crónica.
Sin embargo, en el gasto familiar se prioriza cada vez más la salud (atención médica y fármacos) y ocupa el tercer rubro después de gastos de vivienda (renta, luz y agua) y alimentos. El cuarto sitio lo ocupa educación.
Ahora, existe una correlación directa entre el nivel de ingresos y la búsqueda de salud preventiva y de seguimiento. Existe una mayor preocupación por dar seguimiento a la enfermedad y generar cambios drásticos en estilo de vida, por ejemplo. También se detecta mayor interés por la investigación y desarrollo de nuevos fármacos.
A la inversa, quienes tienen menor ingresos son más renuentes a buscar atención médica y seguir tratamientos. Por ejemplo, COVID-19 presentó mayor en las personas más pobres y sin seguridad social. Hubo mayor mortalidad en municipios con mayor pobreza extrema, en estados con más población en el sector informal y en municipios con más población sin seguridad social, por lo que se presentó menor probabilidad de cumplir con medidas de mitigación.
Los pacientes que tienen mayor predilección por la telemedicina son las generaciones de los extremos: los más jóvenes y los adultos mayores. Los primeros para ahorrar tiempo, los mayores de 60 años para prevenir posibles contagios virales al acudir a hospitales y evitar las molestias de los traslados.
Aunque existe una gran brecha en cómo nos cuidamos y privilegiamos los servicios de salud, existen dos tendencias que prevalecerán en los próximos años: la telesalud y una mayor consciencia de la proactividad para preservar el propio bienestar. Por supuesto, esto no es generalizado pero tenderá a expandirse.
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