Tarde de viernes santo en la tradición judeo-cristiana. El día más triste para los cristianos porque recuerdan el gran sufrimiento que Cristo padeció en la cruz por amor a sus hijos. El sacrificio más grande registrado en la historia, y el más significativo.
La injusticia que padeció Cristo antes de morir, es la misma que padece la Señorita Socorrito después de muerta. Como Cristo padeció a los judíos y fariseos, Socorrito lidia en el más allá con la ambición de sus sobrinas y otros familiares advenedizos. Lel sufrimiento de Cristo fue por amor a su iglesia; el mismo amor que veía Socorrito en sus semejantes y con el que ayudó desinteresadamente a cientos de personas.
La trágica muerte de Socorrito Romero en las garras del cáncer es la cruz con la que Socorrito tuvo que cargar en vida. Y como lo dicen las escrituras, aún así, con su cruz a cuestas siguió fiel a su creencia y convicción de trabajar y ayudar. Un par de días antes de morir se vio a la Señorita realizando compras en un supermercado, firmando su testamento y trabajando en la empresa secundada por su tanque de oxígeno.
La entereza y tenacidad de esta mujer no sólo la llevaron al éxito empresarial, si no que le ayudaron a sobrellevar la pesada cruz que dios le impuso los últimos días de su vida. Los dolores que padeció a causa del cáncer eran demasiado intensos y, aún así, continuó con su trabajo hasta el fin.
Socorrito se esforzó por amar a su prójimo como lo hizo Cristo. Siguió la fe cristiana con pasión y fervor. Hoy que se recuerda en la Iglesia Católica la pasión y muerte de Cristo, recordemos que su hija Socorrito es una loable imitadora del legado de amor, dolor y sacrificio que Jesucristo heredó al mundo.
Es claro que las oscuras intenciones de quienes quieren terminar con la obra de Socorrito, tienen que ser sacrificadas y sucumbir para que su oba pueda seguir viviendo en cada persona que, hasta hoy, es beneficiada por sus obras. La muerte y el sacrificio de Socorrito valieron la pena.
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