Por Teófilo Benítez Granados, Rector del Centro de Estudios Superiores en Ciencias Jurídicas y Criminalísticas (CESCIJUC).
Los ambientes complejos, volátiles, ambiguos e inciertos requieren acotarse para lograr gestiones y políticas con amplios márgenes de éxito operativo, logístico y financiero.
Actualmente, existen algunos factores que pueden dibujar el ambiente corporativo actual y los retos esenciales a enfrentar.
El primero se refiere al cambio climático. Dado el aumento de las emisiones de carbono, gases de efecto invernadero, temperatura global y fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes.
Así las personas pueden perder sus viviendas por fenómenos meteorológicos extremos, sufrir alto costo de vida en alimentos, agua, inseguridad o escasez energética y presentar riesgos sanitarios derivados de enfermedades.
Las implicaciones para las organizaciones son el fracaso del negocio a menos que se reconfigure fundamentalmente la empresa y se gestionen activamente los ecosistemas. También incide en la inseguridad de recursos, escasez de ellos o aumento de costos. Asimismo, suele presentarse una interrupción de la cadena de suministro.
Otro factor clave para paliar la incertidumbre tiene que ver con la disrupción tecnológica.
La tecnología cambia la forma en que funcionamos en el mundo y cómo entendemos a la humanidad. Aunque emite una enorme creación de valor, las consecuencias perjudiciales son cada vez más difíciles de mitigar.
Entre las consecuencias negativas destaca la pérdida de puestos de trabajo debido a la automatización, lo que aumenta la presión para mejorar las habilidades para preservar la relevancia.
Se consideran también, como efectos adversos de la tecnología la pérdida de privacidad, aumento de la desinformación e información errónea y crecientes problemas de salud mental.
En las organizaciones estos efectos impactarán la diferenciación competitiva a través de la tecnología, el fracaso empresarial sin transformación digital, concentración del poder en manos de unos pocos y desajuste entre las habilidades requeridas y disponibles, así como el aumento del riesgo cibernético.
Ambos fenómenos inciden en profundos cambios de gestión y operación, pero también inciden en el cambio sustancial de los planes de estudio en las universidades y en el compromiso de la educación profesional.
A nivel corporativo se vuelve esencial la adopción de las mejores prácticas en sustentabilidad y buen gobierno, incluso métricas “verdes” en los informes corporativos tendientes a alcanzar el nivel cero emisiones de efecto invernadero, empleo de energías limpias y otros.
También implica la adopción de reskilling y aprendizaje continuo en las organizaciones empresariales.
En las aulas, el reto es formar profesionistas conscientes del entorno y las implicaciones de actuación aislada, acercarlos a las soluciones tecnológicas para adaptarlas a aus tareas cotidianas y permitirles generar narrativas propias de éxito en la responsabilidad social y el empleo de las tecnologías.
Abatir los efectos adversos de estos fenómenos en una tarea ardua que implica el usos sistemático de la concientización y pensamiento crítico para enfrentar retos del futuro.
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