Por Analletzin Díaz Alcalá, directora general de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García.
La hipersexualización de la mujer en la narrativa comercial y social es un tema lamentable que marca estereotipos en la moda y en los estilos de vida de la sociedad a nivel mundial.
Los cuerpos delgados de las modelos de las pasarelas de revistas y desfiles aparecen como maniquíes humanos para mostrar la ropa. Imponen en el imaginario mujeres de pechos muy voluptuosos, caderas inminentes y cinturas milimétricas.
Biológicamente son difíciles de encontrar en el grueso de la población mundial. Es cierto que las mujeres latinas son más asociadas a este modelo de cuerpos, como las colombianas y las venezolanas, pero sólo reflejan un estereotipo.
Ahora, resaltar más los atributos sexuales de una mujer por encima de otras cualidades contribuye a la idea machista de cosificar o no dar el valor como ser. La mujer aparece entonces como objeto de deseo sexual. Estos estereotipos suelen estigmatizarse con el término de “buchonas”.
La “buchona” nace en el argot de las reuniones de los narcos, relacionando el nombre de las mujeres que los acompañan con la bebida de wisky Buchanan`s. En cuanto a la descripción de estas mujeres que son de cuerpos exuberantes, se distinguen por traer el cabello largo y alaciado, uñas largas, ropa muy entallada y con distintivos de marca y lentes oscuros grandes. Asimismo, suelen imponer otros parámetros de consumo como viajar en autos deportivos o de lujo. La idealización de la mujer actual, de acuerdo a estas construcciones, es lucir como buchona.
No en vano, tan sólo en 2023 se reportaron 35 millones de cirugías estéticas en todo el mundo. La Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS), en su Encuesta Global, documentó un aumento del 40% respecto al año anterior. En México, en 2021, las cirugías más recurrentes fueron liposucción con un total de 102 mil 760 cirugías y el aumento de senos con un total de 77 mil 700 intervenciones. Además, nuestro país ocupa el tercer lugar con más cirugías estéticas después de Estados Unidos y Brasil.
Realizarse un cambio físico para mejorar el aspecto ayuda a fortalecer la autoestima para muchas personas. No significa que esté mal, siempre y cuando se realice con plena consciencia de satisfacer un deseo personal. Sin embargo, operarse por determinación de otro, sea la pareja o la imposición de los medios de comunicación, no es lo correcto.
Ahora, el debate no es si es correcto o no llevar a cabo una cirugía, ni el volumen de busto o reducción de cintura. Esto va más allá. Es hacerlo por satisfacción personal y con cirujanos especializados, reconocidos en las asociaciones nacionales o internacionales de cada país y certificados por instituciones de salud. Los índices de personas que mueren por una cirugía estética son muy altos, tanto durante la operación como en la recuperación posterior.
La descripción de la mujer independiente que busca equidad y reconocimiento, debe ser un modelo a seguir en la actualidad. Esto conllevará a desestimar peligrosos paradigmas como mujeres-objeto: “cosas lindas para presumir”. La mujer no es un trofeo, no es una cosa.
La mujer debe aportar para que exista una sociedad más justa, ser verdadera agente de cambio y evitar, desde ellas mismas, la perniciosa hipersexualización femenina.
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