Por Roger Hershberger, filántropo y creador del Programa de lectura compartida padres e hijos
Los padres tenemos y debemos de rescatar el protagonismo con nuestros hijos.
Debemos abrir canales de comunicación más interactivos. No podemos quedar indiferentes ante un mundo de constantes cambios en las estructuras ideológicas, pedagógicas y sociales.
Los maestros y profesionales de la educación nos necesitan hoy más que nunca. Necesitamos hacer equipo con ellos en las diferentes etapas académicas por las que nuestros hijos pasen.
¡Basta ya de pensar que la educación y la enseñanza de los menores es responsabilidad exclusiva de la escuela! Basta ya de echarle la culpa a las instituciones educativas, a sus directivos y maestros.
Asumamos, como padres, nuestra responsabilidad histórica: estamos ante una sociedad que demuestra que en algo fallamos y nos corresponde a nosotros, los padres de familia, redoblar esfuerzos y aportar desde el seno de la familia.
Muchos padres piensan que por el solo hecho de inscribir a sus hijos a la escuela, con comprar uniformes y útiles escolares ya aportaron la totalidad de lo que se requiere en cuanto a educación. ¡Qué óptica tan errónea! Las instituciones educativas nos necesitan hoy más que nunca.
Démosles el apoyo que requieren para que juntos logremos proyectos educativos más concretos, más ricos en favor de nuestros hijos y de un México mejor.
Es conveniente advertir que el Programa de lectura compartida padres e hijos, logra sus cometidos en el buen uso que se le dé al mismo. Su validez dependerá siempre del criterio, seriedad, objetividad y compromiso con la que el Programa se desarrolle en cada hogar.
Comparto mi experiencia: cuando obtuve maravillosos resultados en mi hogar, y sólo entonces, realicé una prueba piloto en Ciudad Victoria, Tamaulipas, lugar donde los niños no entienden como la paz se transmutó en un inexplicable y grave conflicto.
La prueba piloto que realizamos se centró en 340 programas de lectura compartida. Elegimos al azar diferentes puntos geográficos y hogares de distintos estratos socioeconómicos.
Semana tras semana, monitoreamos los resultados con padres de familia comprometidos en desarrollar este programade lectura compartida padres e hijos.
Quienes desertaron fueron menos del 5% y las causas principales fueron cambio de domicilio y la falta de alguno de los padres que se comprometieron a realizar estas prácticas. La mayoría de las familias prosiguieron con el programa durante gran parte del año.
De los 340 programas compartidos y monitoreados, 298 se concluyeron satisfactoriamente. Es decir, el 87.6%.
Al término de este monitoreo y de encabezar de cerca los diferentes puntos de vista de los participantes, se recabaron estos resultados:
Se abrió un vínculo efectivo, un excelente canal de comunicación que hasta el momento era inexistente entre padres e hijos, los cuales comenzaron a compartir el mismo lenguaje.
Los niños pudieron dormir mejor en la noche, ya que vivieron más de cerca la relación padres e hijos.
Los hijos esperaban el momento de leer el cuento para poder interactuar con sus papás. Algunos padres de familia refirieron que, paralelamente, sus hijos se interesaron mucho por aprender a ver la hora en relojes de manecillas, inclusive.
Algunos niños buscaron leer ellos mismos en alternancia con sus padres.
Algunos niños quisieron invitar a sus abuelitos o a algún otro miembro de la familia, cuando sintieron que ese familiar se encontraba viviendo solo.
Algunos de los niños decidieron leer ellos mismos el cuento del día o de la noche, sin alternancia de lectores, para ser escuchados por los alumnos.
Algunos adultos lo vieron como una terapia ocupacional y de relajación al final del día. Al concluir el programa, el 79% de los niños pudieron continuar con las actividades.
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