Por Ivette Estrada
En la era digital la percepción del escritor cambia radicalmente. Si antes se percibía como un ser imaginativo y aislado que vendía palabras o compartía realidades que el resto de los mortales no percibía, hoy se vuelve un socio estratégico en la construcción de marcas.
La economía de los creadores se infiltra en la vida de los consumidores, redefine la creatividad, la comunidad, el consumo y el comercio. Los expertos predicen que el número de creadores de contenidos a escala global oscila entre 50 y 303 millones que abarcan diferentes tipos de generaciones, países y personas.
Incluso, se espera que la economía de los creadores alcance los 487 millones de dólares en 2027 y se convierta en un aspecto clave de las estrategias de marca. Esto a medida que observamos cómo se desarrolla y fomenta la cultura de nicho y el auge de la Internet intergeneracional.
Estrategias como el storytelling marcan importantes tendencias. La narrativa empresarial se vuelve imprescindible para dar a conocer misión, alcances y relevancia en la vida de los consumidores actuales y potenciales. El big data se transforma de un elemento inaccesible y críptico a un diálogo con las partes interesadas. La asequibilidad no se limita ya a logística y precios sino a lenguajes comunes donde los clientes juegan un relevante rol de co creación de productos y servicios.
En estos contextos, las palabras resultan imprescindibles para el branding y la generación de estrategias de colaboración e inmersión de stakeholders.
Si la infoxicación se adentró en nuestra realidad como un acontecimiento irrelevante e indescifrable, cada vez existen mayores antídotos contra la información chatarra. Se tiende a la búsqueda de contenidos que enriquezcan perspectivas y vida. Los creadores de contenido ejercer cada vez más un papel evangelizador.
Pero debemos detenernos aquí un momento. No se trata de la inmersión abrupta a las nuevas tecnologías. Es tender puentes entre máquinas y personas. Establecer un lenguaje en el que la Inteligencia Artificial generativa, por ejemplo, logre captar los límites de lo que requerimos. Es salvaguardarnos también de nuestros propios sesgos y prejuicios.
El escritor de nuestro tiempo tiene que generar historias relevantes que le permitan al lector acceder a historias que propicien igualdad, sustentabilidad y participación, narrativas con una gran dosis de pragmatismo y elementos divertidos y lúdicos. Se requiere crear experiencias de vida a través de las palabras.
Quienes hoy crean contenidos, deben traspasar psique y piel de lectores. Lograr imbuirlos distintas emociones y elementos lógico-racionales para convencer, emocionar y conformar parte de la vida de los lectores y clientes potenciales.
La preparación de un escritor ahora no se limita a un adecuado uso gramatical e imaginación. Debe conocer perfectamente el lenguaje de las TICs y extender el potencial de convencimiento a las distintas generaciones que hoy están en nuestro mundo.
El escritor de hoy es un mago de palabras y realidades que deambula en una era de alta creatividad, irrupciones e ingenio que permean ahora la economía naranja o la de la creatividad en la que son actores principales.
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