PULSO
Eduardo Meraz
¡Oilo!… ¡A la salida nos vemos!, retó el habitante temporal de Palacio Nacional, con tal de defender la ya muy raída investidura, cuando le faltan poco más de 300 días para terminar su mandato. Independientemente del resultado de los comicios de 2024, muchos ya están a la espera de su conclusión para dirimir diferencias.
En tanto se da el término de la actual administración, el titular del ejecutivo ya empieza a sentir pasos en la azotea y ver la aparición de buitres y zopilotes rondando el palacete virreinal para alimentarse de los cientos de miles de muertos originados por su mediocre gestión al frente de los destinos del país.
Y sin querer queriendo reveló por qué nunca se apersona para manifestar sus condolencias por las víctimas o a sus familiares, pues no le gusta que le mienten la madre, no tanto a la persona, sino al titular del ejecutivo, que para él es lo más sagrado, la bendición tanto tiempo anhelada.
Por eso se oculta tras las vallas de Palacio Nacional y, en fechas recientes, cuando tiene encuentros con grupos grandes de personas. Y nos es para menos. De las aclamaciones iniciales a las mentadas hay una gran diferencia, que las encuestas cuchareadas de popularidad no ocultan y tampoco logran ocultar.
Y obviamente, el presidente sin nombre y sin palabra está inquieto por este cambio en el estado de ánimo de buena parte de la población, pues cada vez es mayor la animadversión de la ciudadanía hacia el titular del ejecutivo y los recordatorios a su progenitora no se limita únicamente a los familiares de las víctimas.
De hecho, como él mismo ha reconocido se ha vuelto deporte nacional, incluso por encima del beisbol y, por lo visto a raíz del desastre causado por el huracán Otis en Acapulco y municipios circunvecinos, cada día gana más y más aficionados.
La posibilidad de perder las elecciones de 2024 lo tienen demasiado sensible, por lo cual ha decidido convertir el palacete en casa de campaña y aprovecha su teatro en atril mañanero para tratar no solo de disminuir, sino de aniquilar a la oposición.
Está seguro de que, con el triunfo opositor, nada impedirá el encontronazo “a la salida”, cuando deba entregar la banda presidencial, sobre todo porque ya son inocultables y demasiado repetitivos los hechos de corrupción de colaboradores cercanos y familiares, a los cuales no es ajeno.
Inclusive, algunos de los damnificados por las “ponderaciones” para elegir a los candidatos a nueve gubernaturas también estarían esperando la conclusión del mandato actual para sumarse a los adversarios.
A lo anterior, debería tenerse en cuenta si la recomposición de las agrupaciones de la delincuencia organizada, por las presiones de Estados Unidos al gobierno mexicano, podrían engrosar las filas de las personas o grupos ansiosos de toparse a la salida con el mandatario por haber afectado sus intereses.
Y ni qué decir de los hombres de negocio forzados a entrarle con su cuerno en las carísimas cenas palaciegas a cambio de tamales de chipilín, o bien con los agentes fiscales revisando sus libros contables.
En fin, es larguísima la fila de quienes esperan suene la chicharra del fin del sexenio para “verse a la salida” y resolver sus diferencias con quien ya carecerá del manto protector de la investidura presidencial. Será un bonito espectáculo, sin duda.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
El dirigente de Morena, Mario Delgado, desconoció el presunto acuerdo o “entendimiento político” que tuvo Marcelo Ebrard con Claudia Sheinbaum, sobre darle posiciones a su grupo en los órganos directivos del partido y en candidaturas.
@Edumermo
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