Esteban Montejo era un hombre centenario cuando el joven escritor Miguel Barnet lo vio por primera vez, en 1963, sentado bajo un árbol en el Hogar del Veterano. El encuentro entre ambos desarrolló interesantes y significativas charlas que dieron origen a Biografía de un cimarrón, novela-testimonio que devino en clásico de la antropología cubana, y que regresa bajo una esmerada edición.
Esta reedición, la número 85, es posible gracias a la alianza del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la Fundación Fernando Ortiz y Presencia Latinoamericana (Prelasa). Fue presentada en la 34 Feria Internacional del Libro de Antropología e Historia (FILAH), que recibe a Cuba como país invitado y homenajea al autor de esta obra cumbre, el etnólogo Miguel Barnet.
La directora de Comunicación de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, Magda Resik Aguirre, enfatizó la coincidencia de la aparición de esta versión de Biografía de un cimarrón, con el 155 aniversario de las Guerras de Independencia de Cuba, que arrancaron el 10 de octubre de 1868, con la rebeldía del padre de la patria, Carlos Manuel de Céspedes, y cumplieron el sueño de emancipación con la Revolución de 1959.
Una historia colectiva de lucha por la libertad que se condensa en la vida del protagonista de este libro, don Esteban Montejo, un esclavo que huyó al inhóspito y solitario monte, y sobrevivió para ser combatiente y participar del triunfo de la Revolución, guiada por el comandante Fidel Castro.
En la presentación, realizada en el Auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología, a la que asistieron miembros de la Embajada de Cuba en México, el vicepresidente de la Fundación Fernando Ortiz, Lázaro Castilla, señaló que Biografía de un cimarrón inauguró el género de novela-testimonio, y el propio Miguel Barnet ha confesado su inspiración en Juan Pérez Jolote: biografía de un tzotzil, del antropólogo mexicano Ricardo Pozas Arciniega.
“Barnet se coloca en el lugar del entrevistador (investigador etnológico) que formula preguntas a Esteban Montejo, un veterano cimarrón, que cuenta la historia de su vida a un ‘otro’ y este reconstruye la oralidad perdida. A partir de ese diálogo, ambos construyeron un monólogo tan profundo y cargado de información que nos trasladan a cada una de las épocas vividas por el personaje.
“Montejo y Barnet hablaron de penurias del barracón y la libertad en la manigua, de los poderes de las plantas y la soledad, de los jefes mambises y la batalla de Mal Tiempo, de comidas y aparecidos, de amores y olvidos. Más que una convencional historia de vida, esta obra constituye un texto fundacional porque ha marcado un antes y un después en nuestra literatura. El autor no ha hecho otra cosa que relatar la vida cubana a partir de un discurso individual que se vuelve colectivo”, sostuvo Castilla, discípulo del propio Miguel Barnet.
En su intervención, el director del Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec, Salvador Rueda Smithers, comentó que, quizás, Barnet no sea consciente del impacto que causó Biografía de un cimarrón, el cual, al poco tiempo de su aparición en 1966, se convirtió en referente para los profesionales y estudiantes de la antropología y la historia en diversos países, incluido México.
Recordó que, en la década de 1970, el INAH, a través de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, emprendió un ambicioso programa de historia oral. Su responsable, la maestra Alicia Olivera, dio la instrucción a los jóvenes egresados de la carrera, entre ellos, él mismo, a realizar entrevistas a veteranos zapatistas, a cristeros supervivientes y otros actores sociales de la primera mitad del siglo XX mexicano, teniendo bajo el brazo este título; modelo que también replicaría en su labor en el Centro de Estudios de la Revolución Mexicana “Lázaro Cárdenas”, en Jiquilpan, Michoacán.
“El sentido de nuestro trabajo no era solo constituir un archivo de historia oral, sino convertirlo en algo que pudiese ser leído, sin perder la frescura y siempre conjugado en primera persona; es decir, donde los entrevistadores desapareciéramos y, a la vez, apareciéramos en la manera cómo estaba estructurado.
“Miguel Barnet descubrió el ‘ojo antropológico’ con que estaba dotado don Esteban Montejo. Biografía de un cimarrón es un tesoro porque es una gran coincidencia del destino, que unió a dos personas que pudieron armar un texto ejemplar para ver a los demás y su mundo”, concluyó el historiador en su participación de este evento, en el cual también se proyectó un video documental sobre la urdimbre de esta obra.
Para finalizar, el director general de Canal 22, Pavel Granados Chaparro, manifestó en enlace telefónico: “por la magia de las palabras, el mundo colonial cubano revive y vuelve a indignar a través de Biografía de un cimarrón. Necesitamos las palabras guardadoras de memoria, porque hay cosas que no se deben olvidar. Esta ocasión es importante porque llevamos a Miguel Barnet entre nosotros, porque su trabajo dialoga con la antropología mexicana. Ambos países han hecho de la literatura testimonial un género vigoroso que nos defiende como naciones”.
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