Línea Fifí
Martín Takagui
La semana pasada fuimos testigos de la renovación de la coalición electoral y legislativa Va Por México, integrada por los otrora partidos dominantes de México, pero que hoy juntos y sin un proyecto ideológico común, sino el único objetivo de derrotar a Morena, se vuelven a reunir en busca de echar a Morena del poder.
Sus dos principales metas son ganar las gubernaturas del Estado de México y de Coahuila, ambos bastiones del tricolor, en donde no han sido derrotados durante los 94 años que tiene de existencia el Partido Revolucionario Institucional.
Muchos vieron el relanzamiento como una opción para librarse de Morena, otros saben que tienen posibilidades, pero no lo aceptan, mientras que el presidente Andrés López Obrador criticó esa alianza, a la que calificó de inmoral, citando una frase de Benito Juárez, “El triunfo de la reacción es moralmente imposible”.
Asegura que “los del PRI ya chuparon faros”, porque no tendrán candidato presidencial, que no tienen un proyecto ideológico y miles de pretextos para decir que no van a ganar, pero en realidad, lo que dijo el lunes López Obtrador en torno al tema de Va por México, demuestra que Morena va a perder los comicios para gobernador del Estado de México y de Coahuila.
No es que Morena no pueda ganar las elecciones, se trata de un asunto político con dos o más trasfondos que tienen que simularse para lograr los objetivos electorales de Morena, que son los mismos que los del presidente López Obrador.
Todo gobierno y partido político, en las democracias modernas requieren de balances, de equilibrios y contrapesos, de esta manera se mantienen con legitimidad los gobiernos. Un Estado moderno respeta las más básicas reglas de la democracia, ya no puede ser como fue el PRI en las décadas de los 50, 60 o 70, en donde los “carros completos”, donde el PRI ganaba todo era una normalidad electoral.
Hoy a nadie conviene que haya resultados electorales de esos niveles, la credibilidad de los gobiernos es muy importante y, aunque Morena ha ganado abrumadoramente en muchos estados, pegarle al PRI en el Estado de México, es pegarle al corazón, es acabar a ese partido que es el de la Revolución Mexicana.
Si bien el objetivo de López Obrador es alcanzar una Cuarta Transformación de la Vida Pública de México, para iniciar la cuarta tendría que concluir con la Tercera, que es la Revolución Mexicana y para ello acabar con el partido político que se originó para dar cumplimiento a todos los pendientes revolucionarios.
Aquí el tema trasciende las elecciones del 2023, pues el objetivo principal de Morena no es ganar dos gubernaturas, sino estar en condiciones de ganar la Presidencia de la República el 2024, con una holgura suficiente y con la legitimidad que le permita dar continuidad al proyecto de nación del fundador de Morena.
Así, cuando López Obrador habla con tanta rabia de la coalición, deja ver que pueden ganar PAN, PRI y PRD, o por lo menos que debe cuidarse de ellos, es una forma de anunciar que puede perder Morena, que están en riesgo sus candidatos.
Si Morena gana las elecciones de este año, una de las principales banderas político-electorales de Morena y de López Obrador se caería, pues siempre se ha estado quejando del árbitro electoral, no está conforme con ese mismo Instituto Electoral que le reconoció el triunfo de manera inobjetable, luego de los comicios de 2018.
Hoy, lo mejor para López Obrador y para Morena es permitir que gane la coalición tripartita, de esa manera tendrá para seguir acusando de que hay fraudes electorales, que le robaron el voto a su consentida Delfina Gómez, quien en 2018, también derrotó a Alejandra del Moral, que hoy es la abanderada de la Coalición Va por México.
Morena necesita una derrota antes de los comicios federales de 2024, con eso revivirá sus acusaciones, lloriqueos y berrinches, que le han salido muy bien y que “el pueblo sabio”, como lo califica López Obrador, se lanzará en contra de la autoridad para presionar al ahora Instituto Nacional Electoral en las elecciones presidenciales de 2024.
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