Por Jorge Manrique, Rector del Colegio Jurista y director general de Gobierno de Calidad, consultoría de políticas públicas
Quiero compartirles una anécdota inquietante: Exxon Mobil financió a los negacionistas del cambio climático e hizo campaña contra el Protocolo de Kyoto, que tenía como objetivo reducir el calentamiento global. ¿Un horror? Si. Sin embargo, ahora la empresa se compromete a invertir 15 mil millones de dólares estadounidenses en soluciones bajas en carbono y ya alcanzó los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que tenía para 2025. Además, tiene una nueva unidad centrada en la captura y almacenamiento de carbono.
¿Por qué cambió radicalmente? Porque una pequeña empresa activista de inversión incentivó estos cambios de conducta. En diciembre de 2020, el fondo de cobertura Engine No. 1 lanzó una campaña para desafiar a Exxon a reducir su huella de carbono. Seis meses después, esa “insignificante” firma logró instalar a tres directores independientes en la junta de Exxon.
Engine No. 1 sólo tenía 275 millones en activos bajo administración, lo que equivale al 0.02% de las acciones de Exxon. Sin embargo, también tenía el apoyo de tres grandes accionistas: BlackRock, State Street y Vanguard, que juntos tenían el 20% de la compañía y votaran en contra de la gestión, algo que los accionistas institucionales rara vez hacen.
Esta breve historia muestra como los inversores y los consumidores están cada vez más ansiosos por impulsar la responsabilidad empresarial. Y tal conducta se recrudeció durante la pandemia mundial de Covid-19.
Ahora, un número creciente de instituciones y fondos mutuos comenzaron a adoptar una posición más activa sobre ESG y cada vez vemos más accionistas que apoyan a las propuestas sustentables de las organizaciones.
Al mismo tiempo, los consumidores también evitan a las empresas cuyas acciones van en contra de sus valores e incluso las boicotean. Todo esto ilustra la intensificación de la presión a la que están sometidas las empresas por parte de los inversores y los consumidores para que se centren en cambiar sus políticas ambientales, políticas y sociales y, por extensión, las oportunidades que tienen los inversores para impulsar ese cambio.
Actualmente «voz» y «salida» son las acciones contundentes para lograr un cambio social corporativo. La voz esencialmente significa tomar una posición a través de la votación o la comunicación con la administración corporativa, mientras que la salida se refiere a los inversores que castigan a una empresa para perjudicar sus resultados.
Ahora, es posible ser socialmente responsable y financieramente exitoso. La responsabilidad corporativa «no debe verse como una distracción necesaria de un motivo de lucro, sino más bien como una parte importante de la maximización de ganancias».
Contacto: www.colegiojurista.com
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